*Como lo dicta la tradición de las abuelas, en el Pueblo Mágico de Ixtenco se prepara el tlacoyo de haba con hoja de aguacate, una delicia que llega por igual a la boca de campesinos, comerciantes, empresarios y turistas
Carolina Miranda
Ixtenco, Tlax.- La imagen visual es deliciosa.
El irregular triángulo de masa es aventado a un comal ardiente que reparte el calor en una pequeña cocina del pueblo otomí de Ixtenco.
Conforme avanza la cocción, el aroma que despide ese trozo de masa se mezcla con pequeñas fragancias de haba y hoja de aguacate.
En este Pueblo Mágico, se adjudican el surgimiento del tlacoyo de haba, una herencia de los pueblos originarios que tenían y tienen una profunda conexión con la cultura del maíz.
En la plaza central, en el mercado, en pequeñas tortillerías y fondas, es uno de sus emblemas, un alimento que llega por igual a la boca de campesinos, comerciantes, empresarios y turistas.
Ya sea servido en un plato de plástico con salsa y queso o en una vajilla en restaurantes, forma parte del orgullo de un reducto de la nación otomí asentado en las faldas del Volcán La Malinche.
“Esto es de la cultura otomí y lleva muchísimo tiempo”, presume Alicia Rojas Bernal, la mujer tras el caluroso comal donde lo mismo avienta tortillas y tlacoyos, éstos últimos con la receta que le heredó su madre Carmen Bernal y su abuela.
Como antaño, corta el haba, la hierve, muele, agrega su hoja de aguacate y fríe el amasijo. Con destreza rellana la tortilla y le da forma para luego ponerle salsa y queso, combinación perfecta para el paladar. Una forma distinta al antojito que se conoce en otras entidades como Puebla y Veracruz.
“El secreto es hacerlo con mucho amor… eso es todo y hacer lo que nos gusta. Mi abuela lo hacía, ahí aprendió mi mama y nos enseñó a nosotras, a sus hijas”, dice, con orgullo.
Es el orgullo de pertenecer a una tierra donde se venera y cultiva el maíz amarillo, morado, azul, rojo, palomero y blanco, una parte fundamental de su cultura y su alimentación.